Hoy en día, con los actuales precios de la electricidad, es imprescindible apostar por la eficiencia energética como medio para reducir el consumo y la factura eléctrica. No se trata de reducir el consumo, que redundaría negativamente en nuestros bienestar (en el caso de los individuos) o en la capacidad de producción (en el caso de las empresas). Se trata de hacer un consumo responsable y sobre todo muy eficiente, que nos permita hacer lo mismo, per a una fracción del coste y empleando menos energía.
Por ejemplo, en una residencia (un piso o una casa), tendemos a pensar que solo podemos ahorrar energía limitando la cantidad de aparatos que podemos enchufar y conectar a la red eléctrica a la vez, o acortando el tiempo que los tenemos consumiendo, pero hay muchos elementos que podemos mejorar en nuestras viviendas y locales para consumir menos energía, sin renunciar a confort.
En la actualidad, uno de los mayores ahorros proporcionalmente a su consumo que se pueden lograr, ya sea a nivel residencial, profesional, industrial, etc., es en la iluminación, gracias a la constante evolución de las tecnologías de iluminación eficiente, especialmente las basadas en diodos led.
Cómo rebajar el consumo eléctrico y térmico de una instalación mejorando la iluminación
Hay que tener en cuenta que en el gasto energético de una instalación influyen principalmente tres factores:
- La demanda energética. La cantidad de energía que necesitan los recintos para obtener un determinado nivel lumínico (iluminación) o una determinada temperatura ambiente (climatización).
- El rendimiento de los equipos, o eficiencia. La cantidad de electricidad que consume un determinado equipo o instalación en relación a lo que obtiene.
- En Iluminación, la cantidad de electricidad que consume una luminaria en relación al flujo luminoso que emite (lúmenes/vatio).
- En Climatización, la cantidad de electricidad que consume un climatizador para conseguir una determinada temperatura (ERR/COP).
- La contribución de otras instalaciones a la demanda. Como afectan las emisiones producidas por otros equipos en el aumento de la demanda energética de un determinado recinto.
Para optimizar al máximo el ahorro energético deberíamos intervenir en esos tres factores; reducir la demanda, aumentar el rendimiento y evitar, o minimizar, los aportes extras.
La demanda en iluminación se reduce aumentando el aprovechamiento de la luz natural. Una buena aportación y distribución de luz solar en el interior de los edificios, no solo va a ser beneficiosa para la salud, sino que va evitar un mayor consumo de luz artificial, haciéndola necesaria menos horas y en menor potencia.
El rendimiento de una instalación lumínica va a depender de dos parámetros, del rendimiento propio de las luminarias y fuentes de luz elegidas, pero también de la distribución y ubicación de éstas.

Por ello es importante tener en cuenta las necesidades lumínicas de todo espacio de una manera previa, hacer un estudio de distribución y un cálculo del nivel de iluminación requerido, van a evitar que se generen situaciones de sobre iluminación, con valores por encima de los necesarios o saludables. Una correcta distribución según necesidades y usos, así como la elección correcta de los equipos impedirá sobre dimensionar la instalación y su consumo.
El rendimiento de una luminaria va a depender del tipo de lámpara o fuente de luz (tecnología) que utilice y de su calidad. En todos los tipos de fuente de luz una parte de la energía que utilizan se disipa en calor. Que esa parte sea mayor, o menor, es lo que determinará su rendimiento y el ahorro para nuestro bolsillo. Una luminaria que emita mucho calor, tendrá un bajo rendimiento ya que estará consumiendo mucha energía para calentarse y poca para emitir luz. Y al revés, una luminaria que disipe poco calor, tendrá un alto rendimiento porque estará aprovechando casi toda la energía consumida en generar luz, por lo que su consumo será menor.
Por ejemplo, la eficiencia de una bombilla halógena está entre el 15-20%. Eso quiere decir que, de la electricidad consumida, solo se destina ese porcentaje a iluminación, el resto se pierde en calor. Si usamos este tipo de lámparas, estaremos aprovechando solo 1/5 parte del consumo para obtener lo que queremos, que es luz y no calor.
En cambio, con las bombillas Led invertimos estos porcentajes. En una bombilla Led hay un aprovechamiento de un 80-90% de electricidad en energía luminosa, frente a una mínima perdida por calor. Esto quiere decir que necesitamos mucha menos potencia para obtener el mismo resultado lumínico.
Si hacemos una comparativa; para obtener el mismo nivel lumínico que proporciona una bombilla halógena de 100w, necesitaremos solo 14w en Led, lo que nos supone un ahorro del gasto eléctrico en iluminación del 85%.

Pero hay otro factor que nos hace gastar más de lo necesario. Las lámparas con bajo rendimiento no solo elevan el consumo eléctrico para obtener una misma cantidad de luz que con otras tecnologías más eficientes y de mayor rendimiento, sino que también están contribuyendo a elevar el gasto eléctrico de la refrigeración de los equipos de climatización, aumentando su carga de trabajo innecesariamente y en consecuencia nuestra factura. Esto es especialmente evidente en aquellos espacios y negocios en los que el uso de la iluminación es intensivo, como por ejemplo en el sector retail, en hoteles o en oficinas, entre otros, donde en ocasiones es preciso que el aire acondicionado absorba no solo el calor ambiente, sino la elevada temperatura generada por fuentes de luz poco eficientes y que generan mucho calor, como por ejemplo las luminarias halógenas.
Bajando la emisión de calor de la iluminación, no solo vamos a gastar menos en iluminación, sino que también vamos a reducir la demanda térmica, por lo que ahorraremos doblemente.